Querido amigo:
Cuando ya todo mi entorno queda quieto, los sonidos se silencian, la vida se apacigua como las aguas tranquilas de un lago, tu imagen se aproxima aún más a mí. Ya te tengo presente todo el día pero se diluye entre todos los ruidos cotidianos. Ahora sí quiero que estés frente a mí. Yo sé que tu no lo deseas pero yo no puedo apaciguar los latidos de un corazón que va desbocado.
Anoche pensé estabas despierto y por eso inicié una conversación que me hubiese gustado terminar porque lo necesitaba, pero me equivoqué y lo siento. Creo intuir por lo que me dijiste que vas camino de que alguien ocupe esa mitad de tu yo que necesitas y que tanto buscas. Nunca me lo dirás porque en mis últimos escritos te lo pregunté y no me has contestado, lo que intuyo es que es así. Me alegraría enormemente pero no te sería sincera si no te dijera que también me sentiría triste.
No soy egoísta y tu vida es solo tuya. Yo ya viví la mía y no tengo derecho a pensar otra cosa. Has hecho mucho por mi y nunca podrás saber cuanto. No me dejas decírtelo cara a cara. ¿Por qué? No lo entenderé nunca. Debe haber una explicación lógica para que actúes así.
Mientras que por estos universos no me encuentres y tenga fuerzas para poder escribirte y decirte lo que siento…aquí estaré.
Buenas noches amigo.