Cuando mi hermano y yo éramos pequeños nos alegraba mucho la llegada de la Navidad, como a todos los niños, pero aún más nos emocionaban los preámbulos. El día que se iniciaba el periodo de vacaciones, siempre previo al día del sorteo de la lotería, ya habíamos planeado instalar el belén. Y como teníamos la enorme suerte de tener dos tías maestras de vocación impagable, esperábamos su vuelta a casa para que sirviéndose de su experiencia en el colegio con sus alumnos nos ayudasen a ello.
El cielo ocupaba más o menos dos pliegos de color azul de aquel papel recio que utilizábamos para forrar los libros y sobre el cual dibujábamos con tiza algunas estrellas. No brillaban como lo hicieron con posterioridad las que recortábamos en papel aluminio.
Tres trozos de corcho constituían la estructura del portal. En el otro extremo y previa infraestructura de una montaña confeccionada con un montón de periódicos arrugados sobre los que colocábamos riscos recogidos cerca de los raíles del tren, se erigía majestuoso el castillo del rey Herodes.
El camino que de allí partía iba a desembocar directamente al portal de Belén. En centro un río cuyo nacimiento y desembocadura se adivinaban. Una tira plastificada soportaba algo de agua que debíamos cambiar cada dos o tres días porque se evaporaba.
Y desperdigados por todo el entorno los pastores, con o sin carga alguna, ovejitas, cerditos, burros y otros animales. Casitas de corcho desprovistas de luz, un puente y un molino. Todo orientado hacia el portal donde Jesús, María y José resguardados del frío por la mula y el buey esperaban la llegada de todos los que avanzando cada día arribaban allí el día 25 de Diciembre. En último lugar los tres Reyes Magos a lomos de sus bien pertrechados camellos.
Todo ello sobre un lecho de musgo natural que arrancábamos del huerto de una casa vecina, así como hierbas y flores que asemejaban un vergel fructífero.
Un tablón viejo y apolillado servía de soporte para todo el entramado que se hacía rematar en sus bordes por una colgadura a modo de falda.
En el trabajo del cabeza de familia no se hacían comidas de empresa, ni tampoco había que preocuparse de los regalos de Papá Noel que hoy instan al consumo.
Cena de Nochebuena degustando un caldo de pepitoria calentito que mi madre por un lado y el pavo por otro se habían encargado de pergeñar. Turrón del blando y del duro junto a los mantecados hechos en casa se encargaban de poner el broche al postre.
Y a las doce de la noche acudir a la misa del gallo en donde el oficio religioso se mezclaba con los villancicos de rigor. Eso sí los que permanecen con sus letras y música intactos hasta el día de hoy.
Otra Navidad fue posible sin tener nada más que lo justo y necesario. ¿Somos ahora más felices? La felicidad es algo intangible y subjetivo que en los tiempos que corren colocaríamos en una balanza sin saber de qué lado se inclinaría.
Reblogueó esto en Esas pequeñas cosasy comentado:
Emociones compartidas querida amiga … ecdm, esas siglas hacen honor a tu nombre.
Me gustaMe gusta
Hay cosas que quedarán para siempre y esa es una de ellas, tan diferentes a las de hoy… Buena y feliz noche.
Me gustaMe gusta
La Navidad ya no es como años atrás, pero sigue siendo preciosa.
Me gustaMe gusta
No debieran perderse algunas cosas aunque vayamos con los tiempos. Todo puede ser compatible. Buenas noches.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola, me gustó mucho, voy publicar un cuento que tenía este mismo nombre, ahora tendré que cambiarlo, jajaja, qué bueno que vi el tuyo antes.
Abrazo de luz
Me gustaMe gusta
Lo que no deberían cambiarse serían algunas cosas, aquellas que nos hicieron felices y que, adaptándose a los tiempos podrían perdurar. Gracias. Buenas noches.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Así es, pero desafortunadamente, muchas cambian.
Abrazo de luz
Me gustaLe gusta a 1 persona
Llega la navidad,y es inevitable sentirnos vulnerables,sensibles y un poco tristes. Se hace un análisis general del año y de la vida. Vienen los recuerdos…la nostalgia «a flor de piel». Los que tenemos unos cuantos años a cuestas sabemos muy bien que sin ninguna duda la navidad de antes se vivía con más amor y alegría,( y con mucho menos). Me gusta muchísimo lo que has escrito,como lo describes…es hermoso. Hay que cuidar nuestro ser espiritual interior y tratar de percibir en éstas fechas,a nuestros seres de luz,que vienen para colmarnos de ternura,compasión,y del más puro Amor.
Me gustaMe gusta
Lo explicas muy bien. Estas fechas, menos para los niños, casi siempre son algo tristes, siempre faltará alguien de tu entorno más cercano y cada vez sobran más sillas. Afortunadamente la nostalgia nos hace recordar momentos muy gratos. Y por supuesto lo mejor es tener el corazón abierto y el alma en paz, todo lo demás…Buen día.
Me gustaMe gusta
Si… Me gusta la foto,y el detalle de lámparas debajo del pesebre,…lo hace luminoso y con un brillo especial,(hermoso). Gracias Mar.Buen día para ti. Un beso.
Me gustaMe gusta
Tal cual está puesto en casa. Me alegro que te guste, una costumbre que no debería perderse, respetando las creencias de cada uno. Feliz tarde.
Me gustaMe gusta
No sé si más felices, pero más insatisfechos, seguro, a pesar de todo lo que consumimos, pero como tenemos acceso a millones de cosas…Aquella navidad tuya y la mía se parecen, el Belen era casi igual. Feliz noche.
Me gustaMe gusta
La insatisfacción al igual que la felicidad también es algo intangible. No voy a poner en duda el progreso por supuesto, todo depende desde donde se mire, ya sabes. Buena noche.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pingback: Aquí están Mis Seguidos, sí, lo mejor de cada casa | Esas pequeñas cosas