
De una forma sutil has vapuleado mi letargo de inspiración y me has traído hasta el teclado en una noche fría, casi helada y siempre, siempre emocional. Porque tratándose de escribirte lo hago sin vacilar. Te solicitaría un poema cada cinco minutos entre ese contar de estrellas tras las nubes como una novata que no sabe redactar la más mínima frase, pero no debo y solo riño al corazón para que se contenga en un ejercicio de malabarismo imposible.
Sé que tus ojos brillan cuando te guardas todas las palabras que quieres gritar. Que nadie lograría entendernos, pero a veces necesitamos practicar para aterrizar en el mundo sordo y silencioso de dos que se quieren y no pueden demostrárselo, aunque sepan que lo sienten sin podérselo explicar.
Que no nos hablen de ternura a quienes amamos en secreto, ni de distancia y menos de ausencia. De vaciar la mente de todo tú y aprender a llenarla con aquellas cosas que suman y solo están huérfanas…las palabras, la música, los libros, las imágenes, los recuerdos.
Sigue lloviendo y hace frío. Yo continúo recordándote y sé que el dolor es mutuo. Alguien hace un tiempo escribió por aquí que tenemos la enorme suerte de tenernos, es verdad, y eso ahuyenta, aunque sea solo una vaga y remota posibilidad, el fantasma de la espera.