Calma y silencio

Mi querido amigo:

Hay calmas de campo, calmas de ciudad y también calmas en el corazón. Hay momentos, como estos últimos días, en que me encuentro como adormecida. Levanto los ojos y a lo lejos solo acierto a divisar la línea del mar. Un azul desvaído en estas fechas. Ahora el mar está igualmente en un estado psíquico como yo, no sé si como tú.
A lo lejos y desde un lugar que no es el mío habitual diviso allá donde habitas estos días de descanso que se me imaginan próximos a finalizar. Y te marcharás, y te iras sin irte. Y yo me sumergiré cuando llegue la noche en ese otro mar de dudas.
He meditado hoy sobre la forma de prosa que utilizo contigo. No tuve nunca la intención de hacer lo que hago.
Y me baso sobre dos principios, decir lo que siento exactamente como lo siento, con claridad si es claro, oscuramente si es oscuro, confusamente si es confuso y utilizar la gramática que me enseñaron como instrumento para expresar mis sentimientos.
Y me arrullo entre las palabras en un intento de evocar hacerlo tal vez entre tus brazos…¡Ilusión vana!. Si ello, como ahora, lo adorno con cualquier música, con algún recuerdo por muy vago que sea, o con imágenes en la retina, es el Nirvana.

Tal vez soy una ilusa pensando que alguna vez y en algún lugar van a aparecer respuestas a los males que me aquejan. La fe como la esperanza deben venir en envoltorios fuertemente precintados porque sigo emborronando cuartillas virtuales desde hace meses…¡Y tú sin saberlo!

Y oigo caer el tiempo gota a gota y ninguna gota de las que caen se oye caer. Ya te dije no hace mucho que estoy cansada, muy cansada. Dolores que no duelen aunque sí matan lentamente. Puedo abandonarme a la vida, puedo dormir, puedo ignorarme, pero decido irme al sosiego de lo imperceptible, de lo imaginario, de los sueños que ocupan desde noches remotísimas el río de mi vida. ¿Por qué?

Quiero quedarme con este interrogante antes que con la duda de tus palabras.
Me arrastro por tus oídos con un beso suave y sincero.